1.25.2008

Dile a papá que le quiero



Desde mi habitación puedo oír el rumor del mar, pero no puedo verlo, la playa debe estar cerca, pero aún no puedo salir de ésta prisión disfrazada de clínica de rehabilitación, dicen que no estoy preparada... nunca estaré preparada para enfrentarme al dolor causado, pero al menos tratare de contarme a mi misma (ya que a nadie más puedo contarlo) como fui cayendo en esta pendiente de degradación.

Todo empezó cuando me ascendieron en el trabajo, mi salario y categoría aumentó, la responsabilidad y competitividad también y tenía que estar a la altura. Recuerdo que llegaba a casa cada día más tarde, cada día más cansada y con la angustia de no poder dar todo lo que de mí se esperaba.

El día que todo comenzó había salido con dos compañeros a tomar algo, uno con un puesto similar al mío, otro superior. Estaba cansada, pero no podía rechazar la invitación.


Cuando, después de la segunda copa, dije que me marchaba, que estaba cansada, uno de ellos me dijo que le acompañara al baño, que quería darme algo. !!Que ingenua!! , me ofreció una raya de coca y yo la acepte, empecé a sentirme mejor, el cansancio desaparecía, me sentía capaz de continuar toda la noche.


Cuando llegó la segunda raya estaba totalmente desinhibida, baile toda la noche, y claro está, para trabajar al día siguiente necesité más coca, que mi compañero me proporcionó encantado.

Después todo fue rodado, más coca, pastillas variadas, alcohol. "Yo controlo", eso decía, como todos, pero llegó el momento en que no controlaba nada, la controlada era yo. La despedida del trabajo llego como un mazazo, me refugie aún más en las drogas y el alcohol, cuando me faltó el dinero lo busque como pude, pidiendo prestado, engañando a mi madre para obtener dinero, vendiendo todo lo mío (incluso mi cuerpo) y hasta lo de mis padres, y al final robando y robándoles, incluso con violencia.


Así llegue aquí, donde no hay amigos, solo personas degradadas como yo, que luchan por sobrevivir un día más a sus ansias de volver a meterse coca, o beber una copa. Personas que día a día tratan de convencerse de que volverán a recuperar la vida, la familia, los amigos…

A veces la desesperación, me hace buscar una manera de salir, de escapar de aquí, pero sería como despreciar la ayuda de mis padres, que con tanto esfuerzo están pagando el alto coste de mi estancia, no puedo fallarles de nuevo.

Ya me permiten tener algún contacto externo, estoy pensando escribir a mamá, contarle como pasó, explicarle lo inexplicable.

Se que no entenderá como he llegado a esto, se que se culpa por ello, ella que me dio todo lo que pudo darme, amor, techo, comida, educación... y ayuda hasta donde supo. Pero los hijos solemos hacer caso omiso de los consejos de los padres.

Necesito verla, oírla, leer una carta suya, algo que me diga que no me ha abandonado, que le queda aún suficiente amor por esta hija extraviada para perdonarme.

Y por enésima vez comienzo a escribir esa carta que nunca envío.

Querida mamá:

(Así comienza, no sé cómo seguirá... pero sé que terminará diciendo “Dile a papá que le quiero” )


(Nota de la autora)- El personaje de este relato es totalmente imaginario,
cualquier parecido con la realidad es… desgraciadamente, muy frecuente


Fotografía de Anxiogene

1.15.2008

Querido Bruno




Querido Bruno:

Hoy, al fin, después de tanto tiempo de tu ausencia, creo tener las fuerzas suficientes para dominar la angustia que me atenaza la garganta y las lagrimas que luchan por salir. Hoy, mi querido Bruno, hablare de ti.

Cuando viniste a vivir a casa eras un cachorrito esmirriado, un saquito de huesos y pelos sucios y ralos. Traías de todo, parásitos intestinales, catarro, conjuntivitis... y un carácter travieso e independiente que nunca pudimos domesticar.

Nunca había tenido un animal activo en casa, sí algunos pájaros y tortugas, pero tú eras otra cosa, tú viniste para ser un miembro más de la familia y a veces pienso que creías ser persona, por la forma de reclamar tu puesto entre nosotros.

Mi hija había insistido tanto, durante tanto tiempo, que, cediendo a sus presiones, fuimos a la protectora para adoptar un perro. No teníamos una idea predeterminada de como seria ese perro, no muy grande, tranquilo, cariñoso... y nos encontramos perseguidos por un cachorro flaco, que, obstinadamente se salía una y otra vez del corralito donde tenían a los cachorros, colándose con mucho esfuerzo por debajo de la puerta. Era evidente, no teníamos elección, tú nos habías elegido a nosotros.

Cuando nos contaron que ya habías estado unos días en otra casa y te habían devuelto al centro, pensamos que eran muy malas personas aquellas que despreciaban un animal enfermo, que nosotros te daríamos el cariño y los cuidados necesarios para que salieras adelante. Pronto descubrimos que no solo necesitabas cariño y cuidados, también una gran dosis de paciencia y tolerancia. Quizás las personas que te habían adoptado anteriormente no tuvieron suficiente de ambas cosas.

Y así comenzó tu vida como miembro de nuestra familia, llegaste a ser tan importante en nuestras vidas como nosotros en la tuya, nos diste tanto cariño que te perdonábamos todas tus trastadas, tus correrías y tus destrozos, que de todo hubo.

Hoy daré por terminada la escritura, habrá otras ocasiones, escribirte me hace bien.

Se despide tu ama que aún te quiere.

Fotografía de Bruno

1.10.2008

Agapito

!!AGAPITO MARIQUIIITO!! !!AGAPITO MARIQUIIITO!!. Los niños corrían tras él coreando el estribillo que todos los críos del barrio sabían, con la crueldad sin tapujos que solo los niños saben utilizar, con las caritas rojas de excitación por saber que estaban haciendo algo que no estaba del todo bien, aunque no entendían por qué.

Agapito llevaba el pelo teñido de rubio dorado y peinado con ondas marcadas y bien sujetas con abundante laca. Su ropa siempre tenía los colores del arco iris, con tonos chillones y formas extravagantes para cualquier mujer, no digamos ya para un hombre.

Las personas mayores no corrían tras él para mofarse, pero se reían, más o menos abiertamente, cuando lo veían pasar con sus andares de mujer coqueta, con las piernas demasiado juntas para un hombre, con pasitos cortos, y con aquella explosión de colorines.

"Agapito parece un lorito", decíamos mis amigas y yo al verle. Pero Agapito no se enfadaba, nunca se le vio un gesto de enojo. Él era como era, no lo tenía fácil, pero seguía adelante como podía.

Agapito era una flor extraña en aquellos años de democracia recién estrenada aún lastrada por la educación, castrante y mojigata, de tantos años de dictadura y misa diaria.

Un día, después de mucho tiempo sin saber de él, volví a verle. "¿Es este Agapito?", casi no podía reconocerle. Su pelo ya no brillaba con el color del sol, ahora era castaño, vulgar. Sus cejas no estaban perfectamente delineadas, eran como las de cualquier hombre, con pelos fuera de sitio. Y su ropa!!Dios mió!!, su ropa no tenia colorines, llevaba un traje gris oscuro con camisa y corbata.

Y me vino a la memoria un bello pájaro de colores al que han matado y han puesto en una cajita gris.

Me contó que estaba cansado de luchar, que no podía más, que ser diferente era muy duro, que no encontraba un medio de vida digno, que había tirado la toalla.

Había encontrado trabajo en una inmobiliaria, ahora nadie le miraba por la calle y escondía una sonrisita. Tenia nuevos amigos con los que disimulaba sus instintos, ya su madre no sufría viéndole sufrir, ya su padre no se avergonzaba de él ante sus amigos y vecinos, ya los niños no corrían tras de él gritando!!AGAPITO MARIQUIIITO!!.

Le dije que me alegraba por él, que la vida le seria más fácil así, incluso bromee y le dije que lo mismo se casaba y todo, nos reímos y nos despedimos con un beso y buenos deseos, y lo vi alejarse esforzándose por caminar con pasos largos y rectos, con pasos de hombre.

Pero, cuando se marcho, dos lágrimas ardientes me resbalaron por las mejillas. Pensé que si habían podido con Agapito, nos doblegarían a todos con facilidad.
Enlace del recortable en imagen