
Querido Bruno:
Hoy, al fin, después de tanto tiempo de tu ausencia, creo tener las fuerzas suficientes para dominar la angustia que me atenaza la garganta y las lagrimas que luchan por salir. Hoy, mi querido Bruno, hablare de ti.
Cuando viniste a vivir a casa eras un cachorrito esmirriado, un saquito de huesos y pelos sucios y ralos. Traías de todo, parásitos intestinales, catarro, conjuntivitis... y un carácter travieso e independiente que nunca pudimos domesticar.
Nunca había tenido un animal activo en casa, sí algunos pájaros y tortugas, pero tú eras otra cosa, tú viniste para ser un miembro más de la familia y a veces pienso que creías ser persona, por la forma de reclamar tu puesto entre nosotros.
Mi hija había insistido tanto, durante tanto tiempo, que, cediendo a sus presiones, fuimos a la protectora para adoptar un perro. No teníamos una idea predeterminada de como seria ese perro, no muy grande, tranquilo, cariñoso... y nos encontramos perseguidos por un cachorro flaco, que, obstinadamente se salía una y otra vez del corralito donde tenían a los cachorros, colándose con mucho esfuerzo por debajo de la puerta. Era evidente, no teníamos elección, tú nos habías elegido a nosotros.
Cuando nos contaron que ya habías estado unos días en otra casa y te habían devuelto al centro, pensamos que eran muy malas personas aquellas que despreciaban un animal enfermo, que nosotros te daríamos el cariño y los cuidados necesarios para que salieras adelante. Pronto descubrimos que no solo necesitabas cariño y cuidados, también una gran dosis de paciencia y tolerancia. Quizás las personas que te habían adoptado anteriormente no tuvieron suficiente de ambas cosas.
Y así comenzó tu vida como miembro de nuestra familia, llegaste a ser tan importante en nuestras vidas como nosotros en la tuya, nos diste tanto cariño que te perdonábamos todas tus trastadas, tus correrías y tus destrozos, que de todo hubo.
Hoy daré por terminada la escritura, habrá otras ocasiones, escribirte me hace bien.
Se despide tu ama que aún te quiere.
Hoy, al fin, después de tanto tiempo de tu ausencia, creo tener las fuerzas suficientes para dominar la angustia que me atenaza la garganta y las lagrimas que luchan por salir. Hoy, mi querido Bruno, hablare de ti.
Cuando viniste a vivir a casa eras un cachorrito esmirriado, un saquito de huesos y pelos sucios y ralos. Traías de todo, parásitos intestinales, catarro, conjuntivitis... y un carácter travieso e independiente que nunca pudimos domesticar.
Nunca había tenido un animal activo en casa, sí algunos pájaros y tortugas, pero tú eras otra cosa, tú viniste para ser un miembro más de la familia y a veces pienso que creías ser persona, por la forma de reclamar tu puesto entre nosotros.
Mi hija había insistido tanto, durante tanto tiempo, que, cediendo a sus presiones, fuimos a la protectora para adoptar un perro. No teníamos una idea predeterminada de como seria ese perro, no muy grande, tranquilo, cariñoso... y nos encontramos perseguidos por un cachorro flaco, que, obstinadamente se salía una y otra vez del corralito donde tenían a los cachorros, colándose con mucho esfuerzo por debajo de la puerta. Era evidente, no teníamos elección, tú nos habías elegido a nosotros.
Cuando nos contaron que ya habías estado unos días en otra casa y te habían devuelto al centro, pensamos que eran muy malas personas aquellas que despreciaban un animal enfermo, que nosotros te daríamos el cariño y los cuidados necesarios para que salieras adelante. Pronto descubrimos que no solo necesitabas cariño y cuidados, también una gran dosis de paciencia y tolerancia. Quizás las personas que te habían adoptado anteriormente no tuvieron suficiente de ambas cosas.
Y así comenzó tu vida como miembro de nuestra familia, llegaste a ser tan importante en nuestras vidas como nosotros en la tuya, nos diste tanto cariño que te perdonábamos todas tus trastadas, tus correrías y tus destrozos, que de todo hubo.
Hoy daré por terminada la escritura, habrá otras ocasiones, escribirte me hace bien.
Se despide tu ama que aún te quiere.
Fotografía de Bruno
1 comentario:
Ya sabes, Bruno, Oska... ¡qué mas da!, algo especial tienen que tener esos seres para que se les sienta y se les acepte y se les quiera así.
Bicos
Publicar un comentario