1.10.2008

Agapito

!!AGAPITO MARIQUIIITO!! !!AGAPITO MARIQUIIITO!!. Los niños corrían tras él coreando el estribillo que todos los críos del barrio sabían, con la crueldad sin tapujos que solo los niños saben utilizar, con las caritas rojas de excitación por saber que estaban haciendo algo que no estaba del todo bien, aunque no entendían por qué.

Agapito llevaba el pelo teñido de rubio dorado y peinado con ondas marcadas y bien sujetas con abundante laca. Su ropa siempre tenía los colores del arco iris, con tonos chillones y formas extravagantes para cualquier mujer, no digamos ya para un hombre.

Las personas mayores no corrían tras él para mofarse, pero se reían, más o menos abiertamente, cuando lo veían pasar con sus andares de mujer coqueta, con las piernas demasiado juntas para un hombre, con pasitos cortos, y con aquella explosión de colorines.

"Agapito parece un lorito", decíamos mis amigas y yo al verle. Pero Agapito no se enfadaba, nunca se le vio un gesto de enojo. Él era como era, no lo tenía fácil, pero seguía adelante como podía.

Agapito era una flor extraña en aquellos años de democracia recién estrenada aún lastrada por la educación, castrante y mojigata, de tantos años de dictadura y misa diaria.

Un día, después de mucho tiempo sin saber de él, volví a verle. "¿Es este Agapito?", casi no podía reconocerle. Su pelo ya no brillaba con el color del sol, ahora era castaño, vulgar. Sus cejas no estaban perfectamente delineadas, eran como las de cualquier hombre, con pelos fuera de sitio. Y su ropa!!Dios mió!!, su ropa no tenia colorines, llevaba un traje gris oscuro con camisa y corbata.

Y me vino a la memoria un bello pájaro de colores al que han matado y han puesto en una cajita gris.

Me contó que estaba cansado de luchar, que no podía más, que ser diferente era muy duro, que no encontraba un medio de vida digno, que había tirado la toalla.

Había encontrado trabajo en una inmobiliaria, ahora nadie le miraba por la calle y escondía una sonrisita. Tenia nuevos amigos con los que disimulaba sus instintos, ya su madre no sufría viéndole sufrir, ya su padre no se avergonzaba de él ante sus amigos y vecinos, ya los niños no corrían tras de él gritando!!AGAPITO MARIQUIIITO!!.

Le dije que me alegraba por él, que la vida le seria más fácil así, incluso bromee y le dije que lo mismo se casaba y todo, nos reímos y nos despedimos con un beso y buenos deseos, y lo vi alejarse esforzándose por caminar con pasos largos y rectos, con pasos de hombre.

Pero, cuando se marcho, dos lágrimas ardientes me resbalaron por las mejillas. Pensé que si habían podido con Agapito, nos doblegarían a todos con facilidad.
Enlace del recortable en imagen

1 comentario:

fonsilleda dijo...

No les dejaremos que nos dobleguen y seguro que a Agapito, alla en el fondo, todavía le quedaba un alma de colorines.